miércoles, 19 de noviembre de 2008

Sweeney Todd, el gran musical



Sofía Basalo – laRepúblicaCultural.es
Tenía muchas ganas de ir al teatro, sentarme en una butaca y tener ante mí una auténtica obra de Teatro Musical. Un espectáculo en el que desde el momento en el que suena la primera nota tengas la sensación de que aquello no es una “cancioncilla” popular que alguien ha escogido para hacer algo eminentemente comercial… Un espectáculo en el que desde el momento en el que aparece sobre el escenario el primer intérprete sientas la potencia de su presencia y su capacidad no sólo para emitir unas notas de un modo más o menos aceptable sino para contarnos cantando, y de qué modo, una historia…
A veces pienso que esto de los musicales de nuevo formato o del llamado “boom” del musical es algo así como la especulación inmobiliaria, salvando las distancias.
Alguien ha descubierto “el dorado” y ha pensado que al fin y al cabo el espectador que acude a “un musical” (fíjense; ya le hemos quitado la palabra “teatro”) va a escuchar las canciones, va a una fiesta donde lo que menos importa es la historia a contar o los hechos que los intérpretes nos puedan transmitir… con lo que estos “creadores” se preguntan: ¿Para qué vamos a buscar historias, para qué vamos a contratar compositores si hay muchos grupos cuya obra musical es “súperpopular”. Para qué vamos a buscar a actores que canten y se muevan con auténtica maestría si esto es una tarea muy complicada y nada rentable?… Con lo que estos “creadores” buscan caras famosillas, nombres fruto de alguna que otra operación triunfal, apellidos populares y jóvenes a los que les gusta cantar aunque sólo lo hayan hecho en la ducha… En cuanto a la orquesta, estos “creadores”, también “pasan” de ella… para qué se inventó el CD, el Minidisc, el MP3, el MP4 o esos “pianitos” que imitan violines y guitarras, piensan… ¿Y si nos falta gente, si nos faltan voces? No importa, los grabamos. Esto del directo, desde que surgió el Playback es un atraso, concluyen.
Y así se hacen los “nuevos musicales”. Pero, ¿y si se nota que parte de esa “obra de arte” va grabada? Qué más da, replican. La calidad no vende y lo que prima hoy en día, en cualquier aspecto y también en el arte, es el producto y la venta de ese producto… Algunos se han llevado ya un chasco, pero ello no es óbice para que se gesten más “musicales” “trampa” cuyo coro “canta” sin micro, cuyos intérpretes no saben “ni papa” de teatro o su experiencia se basa en un apellido y una cara que, como corresponde, es muy parecida a la de su familia…
Pero vuelvo al principio, tenía muchas ganas de ver un auténtico espectáculo de Teatro Musical… y mis deseos han sido satisfechos… y por lo que parece no han sido los únicos, pues desde el 15 de octubre, el Barbero Diabólico de la Calle Fleet le ha cortado el pescuezo a la crisis económica, llenando el Teatro Español todas las tardes.
No busquen el llamado “Broadway madrileño” en la Gran Vía; quédense en la Plaza de Santa. Entren en el Teatro Español. Siéntense en una de sus butacas. Esperen pacientemente y vivan en riguroso directo el espectáculo que hasta el 7 de enero tendremos el gusto de “saborear”.
Se ha dicho muchas veces que el Teatro Musical, cuando es Bueno, es la disciplina más complicada, más rigurosa, más completa; el ámbito idóneo para lucimiento del actor, si es grande. En este “Sweeney Todd” tenemos el privilegio de disfrutar del trabajo de unos actores-cantantes que, se ha escrito ya, pero en este caso no es redundancia, se encuentran en “ESTADO DE GRACIA”. En este “Sweeney Todd” somos testigos del milagro de convertir lo más difícil en algo fluido, en algo ágil, en algo sencillo. Somos testigos de unas interpretaciones magníficas, de unos dúos sobrecogedores, de unos cuartetos que nos dejan con ganas de más… con ganas de quedarnos pegados en nuestra butaca como si fuera posible una “teatral sesión contínua”.
Todo en este “Sweeeney Todd” es perfecto, más aún, si me apuran…
Y Sí era necesario este reestreno, doblemente necesario incluso: Primero porque somos muchos los que no tuvimos el privilegio de verlo hace más de una década y nos merecíamos este regalo… Segundo, perdonen mi insistencia, para que a algunos se les caiga la cara de vergüenza… sí, ya sé que no se les caerá, pero la esperanza es lo último que se pierde…
A propósito; una última nota en forma de consejillo para estos últimos (me van a odiar): “No soñéis con los Premios Gran Vía, pues seguramente Mario Gas ha recuperado al Diabólico Barbero para llevarse los únicos galardones que le faltan…” Y yo… ¡¡¡Apuesto mi cuello a que lo va a conseguir!!!

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