jueves, 18 de septiembre de 2008

Nacha, impactante como Evita



Eva. Libro: Nacha Guevara. Textos y letras: Pedro Orgambide. Música y dirección musical: Alberto Favero. Puesta en escena y dirección: Nacha Guevara. Luces y dir. artística: Ariel del Mastro. Con: Nacha Guevara, Rodolfo Valss, Juan Carlos Puppo, Cristina Durán, Eduardo Paglieri, Martín Andrada, Sonia Andrade, Florencia Bordolini, Pedro Frías, Alejandro Gallo, Mariano Taccagni, Julia Montilengo, Javier Olguin, entre otros. Coreografía: Gustavo Wons. Escenografía: Alberto Negrín. Sonido: Gastón Briski. Vestuario: Alicia y Estela Flores. Multimedia: Maxi Vecco. Stage manager: Miriam Costamagna. Preparador vocal: Gabriel Gestal. En el Teatro Argentino, de La Plata. Desde el sx de octubre, en el Lola Membrives. Duración: 150 minutos, con intervalo.
Nuestra opinión: muy buena

Muchos seguidores del teatro musical argentino coincidían en que Eva , estrenado en 1986, fue uno de los grandes hitos. No sólo por ser la mirada local que desafía a aquella caricaturesca versión anglosajona, sino también por lograr una visión objetiva, una partitura elaborada y una dramaturgia que consigue la síntesis necesaria para contar una vida a través de sucesos. La producción era modesta y la obra necesitaba de una segunda oportunidad, con el presupuesto suficiente como para sublimarla. Y le llegó el momento. ¿Cuáles eran las dudas para alguien que tan gustoso aceptó aquella versión? Que luego de 22 años se pudiera mejorar lo logrado a pesar del paso del tiempo. Y los creadores de este montaje se superaron.

Por otra parte, a estas alturas de la historia y las circunstancias, Eva Duarte no debería ser motivo de discusión, sino vista como un personaje histórico y trascendente.

Esta Eva puede competir con hidalguía frente a muchísimos musicales endiosados provenientes del lado septentrional del planeta. Además de la solidez mencionada de su dramaturgia, subrayada por la poética exquisita de Pedro Orgambide y la música de Alberto Favero, tiene a su favor un equipo creativo impecable que no deja detalles sin resolver.

En ese sentido, se nota la visión global de puesta de Ariel del Mastro, que colaboró en la dirección artística. A él se suma un equipo donde cada pieza está engarzada, y el resultado impacta. Hace varios años que las grandes puestas mundiales (sobre todo de musicales) utilizan proyecciones como parte de la escenografía, para lograr no sólo efectos más realistas sino profundidad y magnitud. Es lo que hizo Alberto Negrín (no deja de sorprender) con el aporte brillante de Maxi Vecco en la realización de videos y proyecciones. La primera escena de la estación de trenes despierta asombro en la platea; el momento de las antorchas conmueve y el realismo puntilloso que logró Negrín con el interior de la Casa de Gobierno es, decididamente, bello.

La puesta de luces de Del Mastro también es decisiva: subvierte, se juega a lo nuevo, juguetea con el contraluz y aprovecha las ideas de Negrín. El vestuario de Estela y Alicia Flores es otro de los protagonistas. Con numerosos trajes de época, lujo y diseños exactos.

Con su partitura, Alberto Favero consiguió sublimar la elocuencia, la poesía y la claridad de las letras de Orgambide. Desde la obertura muestra los primeros arreglos que hizo de su trabajo original, aprovechando la orquesta. Lo mejor del trabajo de Favero es su teatralidad. Construye, deconstruye, arma, desarma y hace lucir vocalmente a cada solista. "El sueño de Eva", "Si yo fuera como ellas" y el "Dúo final" son momentos sellados a fuego en la historia del teatro musical local. Tuvo el buen aporte de Gabriel Gestal en complicados momentos corales.

Por su parte, se vislumbra un trabajo personalizado y detallista de Gustavo Wons en sus coreografías. Puso dramaticidad en los momentos de masa y festividad en el "Ojo por ojo, diente por diente".

Por algo Nacha Guevara estuvo segura de que, luego de 22 años, podía volver a hacer de Evita. Vocalmente está mejor que en 1986 y actoralmente demuestra que el personaje le sienta. El tránsito y la evolución de su Eva son minuciosos y potentes. Se adueña del escenario, pone dramatismo en "No me pegue, señora, no me pegue", ironía en "Las damas de beneficencia" y vigor en "Si yo fuera como ellas". Ella es consciente de su brillo y tal vez eso le quite generosidad escénica con sus compañeros. Rodolfo Valss sigue tan potente y conmovedor como antes, se apropia de sus momentos y se vuelve esencial; Cristina Durán es perfecta y sutil en su pequeño rol de Rosita, y Juan Carlos Puppo aporta simpatía y oficio, al igual que Antonio de Mayo. El resto del elenco es impecable.

Hay cierto aroma edulcorado en la imagen principesca de Perón, pero nada opaca el resultado.

Pablo Gorlero

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