martes, 19 de enero de 2010

Cine, canciones... ¡viva el musical!


RAFA VIDIELLA. 18.01.2010 - 10.48 hNo podía ser de otra forma: la primera película sonora, El cantor de jazz (1927), era un musical. Y ahora, tras días de gloria y olvido, el género vuelve con fuerza: este viernes llega Nine, hace poco lo hizo Fama, y se anuncian Tiana y el sapo, Hairspray 2 o el nuevo Footlose. ¿Quién lo habría dicho hace diez años? El estreno entonces de Bailar en la oscuridad, donde Björk se evadía a un mundo fantástico, hecho de música y danza, para huir de una realidad terrible, parecía otra rareza de Lars von Trier. Poco después, el éxito de Moulin Rouge convirtió la tendencia en una realidad que ha llegado hasta hoy.

Los primeros pasos

Las raíces del musical se hunden en el nacimiento del sonoro, cuando la conmoción causada por El cantor de jazz trajo abundantes y olvidables títulos que buscaron repetir el éxito. Pero también la década de los treinta vio nacer a la pareja formada por Fred Astaire y Ginger Rogers, que con La alegre divorciada (1934) o Sombrero de copa (1935) se convirtió en la favorita de un público que, viéndoles bailar como ángeles, olvidaba las penas de la Gran Depresión.

Pocos meses después de entrar EE UU en la II Guerra Mundial, el país se rendía al patriotismo de Yanqui Dandy (1942), sobre la vida de George M. Cohan, primera gran estrella de Broadway y considerado padre de la comedia musical estadounidense. Dos años antes, en 1940, Walt Disney estrenaba Fantasía, donde la música clásica se armonizaba con los dibujos de forma mágica. También la música clásica era protagonista de Las zapatillas rojas (1948), que exploró las posibilidades de la danza como vehículo narrativo.

Pero quizá el gran director de musicales del momento fue Vincente Minnelli , que en 1944 comenzó con Cita en San Luis una larga lista de obras maestras que incluyen nombres como Ziegfeld Follies (1946), El pirata (1948) o Un americano en París (1951). En las tres actuaba Gene Kelly, considerado con Astaire el mejor bailarín del cine.

Kelly fue, para muchos, el gran responsable de la modernización del género musical. Además de bailar y cantar, Kelly creó coreografías inolvidables en Levando anclas (1945), Un día en Nueva York (1949) o, sobre todo, Cantando bajo la lluvia (1952). Codirigida por Stanley Donen, Cantando bajo la lluvia no sólo es una obra imprescindible, sino también una perfecta y divertidísima lección sobre cómo afectó la revolución del sonoro al cine. Por ella, además de Kelly, desfilan Cyd Charisse o Donald O’Connor. Dos años después llegó Siete novias para siete hermanos.

Del teatro a la pantalla

La aparición de una gran estrella del rock’n roll como Elvis Presley conllevó irregulares películas a su mayor gloria y dio ejemplo a músicos como The Beatles, que tuvieron mayor suerte con Qué noche la de aquel día (1964), Help (1965) o El submarino amarillo (1968). Pero Broadway fue el origen de los principales musicales de la década, empezando por West Side Story (1961) y siguiendo por My Fair Lady (1964) o Sonrisas y lágrimas (1965). De Francia llegaba Los paraguas de Cherburgo (1964) y de Disney, Mary Poppins (1964).

Muy lejos de la azucarada niñera, Cabaret (1972) fusionaba el drama con soberbios números musicales y la inolvidable interpretación de Liza Minnelli, hija de Vincente Minnelli y Judy Garland. Jesucristo Superstar (1973) y El fantasma del paraíso (1974) eran extrañas óperas cinematográficas, pero el título más marciano del momento fue The Rocky Horror Picture Show (1975): mezcla de comedia, terror y musical, esta película de culto sigue proyectándose en un cine londinense que, cada noche, se llena de fanáticos disfrazados que cantan durante todo el metraje.

Muerte y renacimiento

John Travolta fue, con Fiebre del sábado noche (1977) y Grease (1978), el gran nombre del cine musical a finales de los setenta, superando al hippismo de Hair (1979). 1980 vio estrenarse dos carismáticas cintas, Granujas a todo ritmo y Fama; Flashdance llegó en 1983, y la cosecha de 1985 fue agradecida gracias a Cotton Club, Footloose y Calles de fuego. Un poco antes, en 1982, Coppola filmó Corazonada, una de las obras más incomprendidas del género.

Además de La pequeña tienda de los horrores (1986) o la exitosa Dirty Dancing (1988), el género parecía moribundo, y proyectos como Evita (1996) no terminaron de reanimarlo. Tuvo que ser el descomunal éxito de Moulin Rouge (2001) el que lo consiguió, aunque por las mismas fechas se estrenaba una película, Hedwig and the Angry Inch, que con bastante mayor originalidad narraba una historia dramática: la de una cantante punk y transexual que lucha, desesperada, por alcanzar el éxito y el amor.

Después, con una fórmula parecida a Moulin Rouge, Chicago (2002) confirmó que la gente volvía a interesarse por ver actores cantando. Los últimos años trajeron la modesta y sensible Once (2007), la exitosa Mamma Mia! (2008) y un nuevo fenómeno: el de las estrellas para el público infantil. Hannah Montana, High School Musical 3 o Jonas Brothers 3D demuestran que el musical no sólo está de moda, sino más joven que nunca.

Lo próximo para echarse a bailar

Este viernes se estrena Nine, donde Nicole Kidman, Penélope Cruz o Daniel Day-Lewis cantan y bailan. El 5 de febrero, los fanáticos de la animación clásica se podrán reencontrar con Disney, que lanza el musical infantil Tiana y el sapo. A mediados de año podría llegar Hairspray 2, donde difícilmente aparecerá John Travolta, y en 2011 se estrenará Cleo, con Catherine Zeta Jones encarnado a la legendaria Cleopatra.

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